El populismo es el atajo de los mediocres, todo lo que hacen, lo están haciendo mal. Los resultados están a la vista de una sociedad resignada y tolerante.
Por Jorge Grispo. Abogado, especialista en Derecho Corporativo, autor de numerosos libros y publicaciones.
Luis Araquistáin, director de la Revista “Leviatán” en diciembre de 1934 (Nro. 8) publicó la nota “José Ortega y Gasset: Profeta del fracaso de las masas” en relación al prólogo del libro “España invertebrada” (1934). Rescatamos algunas ideas del olvido que son de utilidad para definir nuestro presente: “La angustia, el dolor, el hambre y la sensación de vital vacío las curarán de la atropellada petulancia que ha sido en estos años su único animador. Más allá de un nuevo estado de espíritu: “la resignación”, que es en la mayor parte de los hombres la única gleba fecunda y la forma más alta de espiritualidad a que pueden llegar”. Los argentinos como sociedad padecemos mayoritariamente un estado de resignación -casi servil- al desbarranco que está ocasionando el desmembrado Frente de Todos a cargo de los destinos de la Nación. Un gobierno mayoritariamente compuesto por pusilánimes a los que solo pareciera importarles su metro cuadrado.
CANSANCIO, DESESPERANZA, PREOCUPADO y DESILUSIONADO son las principales palabras que arrojó el estudio que realiza la consultora Poliarquía. Los resultados están alineados con lo que Cristina Kirchner viene haciendo: alejarse de su propio gobierno. Al pararse en la vereda de enfrente, busca que las palabras “esperanzado y expectante” (que también menciona el estudio) la protejan contra el humor de su propia feligresía. Lo que pareciera no estar entendiendo el binomio Alberto-Cristina, uno por su propia impericia y la otra por lo que ocasiona con su estrategia disruptiva, es que ambos se convirtieron en los PROFETAS DEL FRACASO de un gobierno que ya colapsó y solo es sostenido por la buena civilidad y resignación de la ciudadanía.
Cuando reflexionamos sobre el pasado reciente, es increíble ver la cantidad de hechos que vivimos en tan solo 895 días. El 10 de diciembre de 2019 Alberto Fernández juraba como presidente de la nación con la consabida frase final: Si así no lo hiciere, Dios y la Patria me lo demanden. A la fecha el ochenta por ciento de la población lo está demandando con reclamos de todo tipo. Dentro de los reclamantes la primera es Cristina Kirchner. Su principal demanda es que Alberto se “apropió” de algo que es suyo. En efecto Alberto fue el testaferro de Cristina en la Casa Rosada, pero ahora es él quien maneja la lapicera a su “leal” saber y entender, convirtiéndose en un “traidor” y “okupa”.
Alberto tiene razón en una cosa, para Cristina es como si la pandemia no hubiera sucedido. Se mantuvo ajena. Sostenerse en el poder y su lucha contra el Poder Judicial -el enemigo más temido- son los ejes centrales sobre los que se movilizan los ideales cristinistas y el consecuente despilfarro de las cajas del estado. Ese tipo de populismo es un atajo directo a la debacle que estamos padeciendo todos los argentinos. Las instituciones están absolutamente degradadas y nadie las respeta. La educación militante , con Baradel reelecto, es otro ejemplo de todo lo que pudimos ser y aún no seremos. Con la seguridad sucede lo mismo, el flagelo narco crece cada día más frente a un gobierno impotente de frenarlo. La salud pública sigue siendo un fiasco con una Ministra que heredó el cargo, pero que a la luz de sus resultados, no era la más adecuada para cumplir eficazmente tamaña función. La economía es un desastre por donde se la analice. Son las cinco pandemias de un populismo agotado por su propio fracaso
Se suma un hecho previsible, pero no querido. Hace ya 90 días que Rusia invadió Ucrania, rompiendo en pedazos la paz mundial y llevando incertidumbre a todo el mundo. Con las sanciones a Rusia, el gas de Vaca Muerta y los alimentos, son todas oportunidades que Argentina podría haber aprovechado, no solo en beneficio propio, sino de aquellos que ahora necesitan más que nunca ese tipo de productos, pero, lamentablemente, el gobierno una vez más ha demostrado que siempre elige el camino equivocado. Ahora, es necesario recular en chancleta -como dicen en el campo- y volver a la lógica de todo lo que debería ser y no fue por los caprichos de un populismo fracasado que sigue pensando que combatir al capital es la solución a la desigualdad social. El gasoducto denominado para el “relato” Néstor Kirchner hace rato que debería ser una realidad en lugar de seguir siendo una promesa. Un mejor nombre sin dudas sería “Gral. José de San Martín”.
En este contexto Alberto, a su manera, intenta mejorar la economía y controlar en lo que se pueda el alza inflacionaria. Sobre estos dos ejes pretende luego sustentar sus aspiraciones reelectoralistas, esas que ahora quedaron en stand by, luego de que se conociera el índice inflacionario del mes pasado y las nuevas encuestas sobre su decaída imagen. La alta inflación que estamos padeciendo se podría explicar en términos técnicos, desde muchas perspectivas, todas válidas por cierto. Pero tengo para mi que la mejor explicación es el fracaso de las políticas de estado que fue llevando adelante el presidente Fernández desde el primer día que asumió. Todo lo que hizo nos trajo a este punto. Sin ver lo que “fue pasando” sería incompleta cualquier explicación que se intente. Se administra mal. Muy mal. Las consecuencias están a la vista de una sociedad resignada.
La mayor debilidad del presidente Fernández, además de su impericia, es la inflación, que erosiona no solo el poder adquisitivo de la gente, sino cualquier posibilidad, por más ilusoria que sea, de intentar una reelección en 2023 en el caso de Alberto. Y en el de Cristina directamente la coloca en el piso histórico de su “imagen positiva”, un daño autoinflingido que, a esta altura, luce cuanto menos como irreparable. Los últimos episodios del divorcio del dúo Pimpinela confirman que tenemos un gobierno dividido por una disputa sobre la cual hoy no se avisora un final. Lo que Cristina pretendió tildar como un debate, es en realidad una cruel batalla por imponer una forma de gobierno a la que solo le interesa ganar las próximas elecciones corriendo del medio a todo lo que se interponga en su camino.
La estrategia que sigue por estos días la debilitada vicepresidenta, se apalanca en el fuerte nivel de insatisfacción que pesa sobre “su” gobierno, pero con la clara intención de presentarse de cara a su feligresía como opositora a las políticas de ajuste que siguen los Ministros Guzmán, Kulfas y Pesce en el Banco Central (sus blancos preferidos). Cristina, criticando por sí y a través de sus acólitos, el resultado de las políticas económicas, pretende pararse en la calle del “yo no fui”. Es una estrategia que sabe que no le asegura el éxito, pero que le alcanza, de sobra, para obtener una banca en la Cámara de Senadores por su feudo (la Provincia de Buenos Aires) y los fueros del caso, que es lo que verdaderamente la mantiene en la pelea, ya que sin ellos, su libertad personal luciría complicada. Le teme a la Corte. Sabe que tiene en Rosatti un enemigo de fuste del que más vale prevenirse que curar.
Malgré los gustos personales de la vicepresidenta a la hora de elegir “figuras”, ella es la responsable del “monstruo” en que se ha convertido el Frente de Todos, es un Frankenstein, al que le soltaron la mano, y como ya sabemos, vuelve sobre su creador para acabarlo. Argentina está transitando por el atajo sombrío de la decadencia, con la “casta” política más ocupada en sus juegos de tronos que en la solución de los problemas de la gente, es previsible el mal tiempo por delante con posibilidades ciertas de fuertes tormentas. Tenemos de frente un largo e impredecible año y medio hasta las próximas PASO. Cualquier cosa puede pasar en una sociedad tan castigada como indignada.
Dicen las malas lenguas que algunos funcionarios cercanos al presidente pretenden poner una calcomanía en la luneta del auto presidencial: “No me siga, estoy perdido”.