La disonancia cognitiva de una líder que acaricia su ocaso.
Por Jorge Grispo. Abogado, especialista en Derecho Corporativo, autor de numerosos libros y publicaciones.
Hay imágenes que nos marcan, que rasgan el alma. Trágicamente la imagen a la que me voy a referir es la que representa el estado de putrefacción que estamos sufriendo como sociedad, a consecuencia de un gobierno incapaz de atender eficientemente los problemas para los cuales fue elegido. Como en todo el mundo, las desgracias suceden a diario, solo algunas sobresalen marcando un momento en el tiempo. Son fotos que exhiben a la perfección la cruda realidad de una época determinada.
Esa dolorosa foto sucedió hace pocos días en la ciudad de Paraná, en las inmediaciones del “Volcadero”. Cerca de las 20 hs. un grupo de niños hurgaban en la basura, como un juego, esperando al camión que la transportaba para ser los primeros en atrapar la ilusión de un “botín”: En esas circunstancias un menor de ocho años de edad terminó atropellado por el camión falleciendo en el acto. Su muerte es la pérdida de una vida que se apagó antes de tiempo. Su tragedia es nuestra tragedia. Chicha (su apodo) descansa en paz en el Cementerio Municipal de Paraná, mientras la desconexión del gobierno con la realidad nos abruma.
Que una criatura de tan solo ocho años pierda la vida basureando comida es un hecho que no puede ser pasado por alto. Como sociedad debemos alzar la voz frente a la impotencia de un gobierno incapaz de dar respuestas a los que dice proteger. El club de impresentables que nos gobiernan, (las declaraciones de la Ministra de Trabajo sobre el Mundial y la inflación o las de la provocadora Cerruti sobre los “muertos de la derecha” nos eximen de mayores comentarios) , salvo pocas excepciones, es la evidencia más pura de que no tienen soluciones para los problemas. Solo los empeoran.
CFK tampoco tiene soluciones, promete un futuro mejor que nunca llega. Lo dejó muy claro este jueves en su peor soliloquio de los últimos años. Por todo el país hay cientos de miles de chicos en situación precaria, abuelos que no tienen un pedazo de pan para pasar el día, laburantes desanimados que pese a romperse el lomo no pueden llevar un plato de comida digno a sus hogares. Mientras todo eso pasa observamos, impávidos, como la septuagenaria vicepresidenta montó un nuevo Show con una “cuidada” puesta en escena para recitarnos un berrinche público de todo lo que a ella le preocupa.
De los “Chichas” del país nada dijo. Mirando el despliegue que se hizo me preguntaba ¿Cuántos platos de comida se podrían haber entregado con todo lo que se gastó en ese acto partidario? Vergonzoso (hasta usó el helicóptero presidencial para un acto “no oficial” lo que ya motivó la presentación de una denuncia penal por malversación de fondos públicos). CFK no hizo más que exponer su desconexión con la realidad, sólo preocupada en sus temas, evidenció una clara disonancia cognitiva balbuceando argumentos antagonistas, y, mostrándonos una vez más la fuerza de la desesperanza frente a tanta hipocresía.
Se conoce como “disonancia cognitiva” el proceso mediante el cual una persona tiene dos creencias contradictorias entre sí al mismo tiempo. Se genera una tensión interna entre dogmas absolutamente incompatibles impactando severamente tanto en sus conductas como en la percepción de la realidad. El ejemplo más obvio es quien dice: “fumar hace mal a la salud, mientras sostiene un cigarrillo entre sus labios”, o mentir a pesar de que una persona se considera honesta. También lo es afirmar que “era tan diferente cuando estabas tú”. Siguen estando y más presentes que nunca, basta con preguntarle a Martín Guzmán.
Todos podemos tener, ocasionalmente, algún episodio de disonancia cognitiva. Pero en algunos casos puede transformarse en una conducta crónica. Cristina Fernández de Kirchner es un ejemplo claro de una forma de ser que hace de las contradicciones su modo de conducirse por la vida. En el caso de CFK al instalarse frente a su feligresía como la voz cantante de la oposición a su propio gobierno resulta palpable esa disonancia cognitiva
A lo anterior debemos agregar a los feligreses cristinistas que despotrican públicamente contra su propio gobierno al mismo tiempo que manejan la gran mayoría de las cajas del estado. Para que tengamos en claro la disonancia cognitiva de CFK y la gravedad institucional que apareja: se queja de la falta de avances en la investigación de su lamentable atentado, con video de cuatro minutos de duración incluido (producido al mejor estilo hollywoodense, con más dinero gastado que podría usarse en alimentos para los que no tienen ¿Quién lo paga?) pero nada dice sobre la investigación del asesinato del Nisman bajo su presidencia.
La posibilidad cierta de una derrota electoral en 2023, incluso mayor a la sufrida en 2021, es una cuestión que obligó a la vicepresidenta a realizar los malabares dialécticos que le vimos hacer en su último “show”. El acto de Cristina no fue casual. Eligió esa fecha sabiendo que tres días después arrancaba el Mundial de Qatar, prendiendo varias velas a San Messi. Desde el oficialismo esperaban ansiosos el 20 de noviembre, pensando en la antigua receta de los romanos: Pan y Circo, esa vieja estrategia de los emperadores para distraer la atención del pueblo en momentos claves o frente a conflictos inmanejables, ahora en modo “electoral”.
El recuerdo de los 50 años de Perón no fue ni más ni menos que una mise en scene. Es conocido el desprecio que siente la septuagenaria dirigente por los peronistas y el propio Perón. Recordemos cuando dijo en una conversación con Oscar Parilli que tomó estado público: CFK: Dale, dale… ¿Pero vos decís que lo del partido, los dejemos a estos pelotudos hablando solos ahí en el partido? OP: Y yo creo que nosotros qué vamos a ir ¿a pelearnos con ellos? CFK: Nooo, no, no…. En absoluto. No. En absoluto. En absoluto. OP: No nos peleemos por el partido… Que hagan lo que quieran…CFK: No, que se suturen el orto… Aparte a mí nunca me importó el partido. Acá nunca le dimos bola tampoco.
En este contexto se busca la épica peronista como un salvavida frente al naufragio del cristinismo, disociando la realidad del relato. La pérdida de valor del salario real durante los tres años del gobierno cristinista dan sustento al clima generalizado de mal humor. La inflación viene ganando, por mucho, la carrera, mientras los asalariados han quedado rezagados, lo cual, de cara a las elecciones de 2023 da sustento a la intención de CFK de alejarse de la gestión de su propio gobierno, casi lavándose las manos, ya que alguien tiene que cargar con las culpas de la peor administración que tuvimos en democracia.
Mucho más grave aún es el desconocimiento explícito de la vicepresidenta a un fallo de la Corte Suprema, rompiendo en pedazos la institucionalidad de la nación. Cristina piensa resistir desde el Senado azuzando con Hebe de Bonafini y otros acólitos desvencijados una pueblada contra el Poder Judicial como prolegómeno de un embate aún más fuerte para contrarrestar anticipadamente una posible (y muy probable) condena en su contra en la causa Vialidad.
El problema de que todo se desmadre está a la vuelta de la esquina porque el clima de la sociedad ya es pésimo a consecuencia de los desaguisados que viene sufriendo la economía. En estas circunstancias no debemos descartar, como hipótesis de análisis, que el desmadre del “pueblo” sea una herramienta útil para el cristinismo como forma de neutralizar un fallo judicial adverso. Busca de ese modo el salvoconducto social de la victimización.
Mientras Cristina juega a la Madona del Sur, la situación económica es cada día más grave, hemos llegado a un punto en el cual si no se “sinceran” todas (absolutamente todas) las variables económicas es altamente probable que termine estallando y con peores consecuencias. CFK sabe muy bien que de hacer ese sinceramiento su suerte electoral quedará echada. Pero, al no hacerla también es consciente que las chances de llegar con su ya muy debilitada coalición de gobierno a diciembre de 2023 será un desafío titánico.
En el altar de San Messi, ya prendieron todas las velas.