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NOTAS DE OPINIÓN

¿Gobierno líquido o Gobierno liquidado?

Los “narcos” son los nuevos sicarios del populismo, al demostrar que su crecimiento solo es posible ante la decadencia del estado.

Por Jorge Grispo. Abogado especialista en Derecho Corporativo, autor de numerosos libros y publicaciones.

¿Estamos ante un gobierno líquido o un gobierno liquidado? Alberto Fernández con su discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso Nacional y su posterior entrevista en un canal “nac&pop” confirmó lo que propios y ajenos venían gritando a los cuatro vientos: es el peor presidente que tuvimos en democracia. El país que describió es uno distinto del que vivimos los argentinos. Bastaron tan solo unas pocas horas para que el apagón generalizado, que sufrió casi la mitad del país, dejará expuesta la contradicción inocultable entre las palabras del presidente y la realidad. Como si lo anterior no fuera suficiente evidencia del fracaso de un gobierno líquido, que se les escurre por los dedos, la amenaza narco a Messi fue la gota (solo la gota) que termina de rebalsar el vaso de la hipocresía del relato populista. El narco ganó, lo dijo la persona que está a cargo de la seguridad nacional, reconociendo además que esa victoria se viene gestando desde hace 20 años. Son dos décadas donde el populismo tuvo su mejor momento, para dejarnos con un presente distópico y “derrotados” ante la inflación y los narcos.  

La cruda realidad le dio al presidente, dos cachetadas en la cara. Una el apagón y otra la amenaza al mejor jugador de fútbol del mundo, demostrándole que todo lo que dijo sobre su gestión es una farsa. Casualmente sobre ambos hechos se intentó poner un halo de duda en cuanto a su origen, buscándola esta vez en un complot celestial contra el gobierno, lo que por cierto es una verdadera locura imposible de sostener. El discurso fue una diatriba repleta de hipocresía y cinismo. La entrevista posterior es su complemento. Fue insolente con los ministros de la Corte, que, estoicos, soportaron las bravuconadas de un presidente de la nación haciéndose el “recio” en público y con hinchada propia, frente a dos personas a las que sentaron completamente solas para ser exhibidas tanto en el recinto como en las imágenes de la transmisión oficial, que no cesaban de mostrar sus rostros cada vez que el presidente embestía contra el Poder Judicial. Alberto nos mostró una vez más que solo es un personaje de ficción. La Corte, que preservó la institucionalidad, salió fortalecida. 

Nuestro presidente con sus desvaríos, cada vez más inocultables, se ha convertido en una cruza de Chauncey Gardiner (el personaje de la película Desde el jardín de Peter Sellers), con Zelig (otro inolvidable personaje creado por Woody Alen). Cristina por su parte, jugando a ser la gran estadista que no fue, es una cruza de Cruella de Vil y Maléfica, dando vida a una nueva figura que se caracteriza por esconderse la mayor cantidad del tiempo, pergeñando sus interminables venganzas. Salió de su cueva esta vez para cumplir con una obligación que le imponía su cargo, pero no se la vio cómoda sentada junto a quien considera un traidor y quiere ver fuera de la Casa Rosada lo antes posible. Esa realidad de fantasía es la que vivimos el pasado 1 de marzo en la inauguración de un período legislativo tomado por la grieta, el quiebre institucional y la chapucería barata, con dos protagonistas para el olvido. Tuvo su epílogo en la realidad misma, convirtiendo a los “narcos” en los nuevos sicarios del populismo, al demostrar que su crecimiento solo es posible ante la decadencia del estado, liquidando definitivamente cualquier chance del Frente de Todos en las próximas elecciones.

¿Gobierno líquido o gobierno liquidado? Una pregunta que se responde con datos, en un país donde 4 personas de cada diez están en la pobreza (según información del Indec), o sea unos 18 millones de argentinos que terminan siendo las víctimas del populismo nefasto que logró cambiar la dirección de la movilidad social: antes era para arriba, ahora es para abajo. Situación aún más grave si se considera a los menores de 17 años. En este caso el nivel de pobreza llega a un doloroso 52,9%, unos 7 millones de chicos que viven en un mundo de miseria.  Ese nivel de pobreza se convierte además en caldo de cultivo para el crecimiento del narcotráfico. Vamos, según estiman las principales consultoras, a un año de crecimiento CERO, con una inflación del 100% o más. O sea, recesión más inflación, un combo muy peligroso para un año electoral en un contexto donde el 15% de los que tienen trabajo registrado son pobres, al igual que el 47% de los que tienen uno informal. 

Tiempos líquidos” es un libro de Zygmunt Bauman (1925-2017) donde analiza el paso de una modernidad sólida, estable y repetida, a una líquida, flexible y más voluble, donde las estructuras de la sociedad ya no sobreviven en el tiempo convirtiéndose en simples referencias sociales, provocando una incertidumbre incluso entre el poder y la política, con el consecuente debilitamiento de los sistemas sociales que contienen al ciudadano. ¿Gobierno líquido o gobierno liquidado? Se trata de buscar una explicación a la lógica del razonamiento de quienes tienen la responsabilidad constitucional de gobernarnos hasta el próximo 10 de diciembre, pero que han demostrado su fracaso más rotundo con índices de pobreza, inflación, inseguridad, endeudamiento y degradación de la educación pública y de la moneda nacional como pocas veces hemos visto. La respuesta no sería excluyente. Por el contrario. Estamos frente a un gobierno líquido y liquidado. Un nuevo fin de ciclo, para muchos del Kirchnerismo (en mi caso creo que ese movimiento terminó el 27 de octubre de 2010, fecha del fallecimiento de Néstor Kirchner). Entiendo que el fin de ciclo que se aproxima es el del cristinismo, que vendría a ser algo así como el kirchnerismo, pero en su versión más prepotente y soberbia. CFK, desde su condena, se la pasa escondida, escapando de una derrota electoral que cada día se hace más factible, casi un hecho, a consecuencia del sicariato narco. 

A Cristina sólo le interesa su propia agenda, basta con ver sus últimos twits informando que recibió al Comité de Expertas del Mecanismo de seguimiento de la Convención de Belém do Pará de la Organización de Estados Americano ¿Para qué podrá preguntarse el lector curioso? Muy sencillo para entregar el “Informe sobre violencias ejercidas contra Cristina Fernández de Kirchner”, un largo escrito de 96 páginas donde la vicepresidenta cuenta su “visión” del atentando, que incluye, entre otras perlas, 30 tapas de una revista semanal con su foto en la portada, alegando el uso de “(sic) estereotipos de género para descalificarla y agraviarla tanto personal como políticamente. Del atentado narco a Messi ni una sola palabra. De la inflación tampoco. De la pobreza nacional y popular nada. CFK pareciera, en este contexto de incertidumbre generalizada y desazón, inclinada a preparar su operativo clamor para terminar “aceptando” ser candidata a Senadora por la Provincia de Buenos Aires, bajo la candidatura presidencial del siempre dispuesto a competir Daniel Sciolli y un vicepresidente que se debate entre Wado y Máximo. Necesita que Alberto se baje. 

Los retos que impone la actualidad son muchos, pero, el más importante es que la democracia salga con pocas heridas del final de esta historia, donde las instituciones de la nación fueron puestas a prueba y bastardeadas por un conjunto de personas que “perdieron” por goleada frente a la realidad, esa que el apagón, la inflación, y los narcos se ocupan de enrostrarnos en la cara.  En términos de Bauman, vivimos tiempos líquidos, donde han quedado atrás lamentablemente, aquellos sistemas que daban cierta seguridad y contención al ciudadano “común”. Esa solidez -en la concepción de Bauman- da paso a lo líquido a lo superficial, donde todo es puesto en duda, el “expertis“ principal de los relatores del relato cristinista. Se duda de todo. Incluso del apagón y del atentado a Messi. Nos convirtieron, grieta mediante, en una sociedad sin certezas, sin moneda, sin reglas claras, sin justicia, sin seguridad -donde el narco hoy sobrepasa límites antes impensados-, sin educación ni futuro para los más necesitados. 

El populismo como formato de país ha dado muestras claras de ser un gran error. Repartir lo que no se tiene es imposible. El divorcio existente entre la política y la ciudadanía es abismal. Al igual que el divorcio entre la política y el poder real. La clase política con sus desatinos solo logra debilitarse cada día un poco más, sosteniendo a su vez el surgimiento de nuevas figuras que son la consecuencia de la grieta. Está claro que los argentinos algo tenemos que hacer, como dijo el peor presidente que tuvimos en democracia. Deberíamos empezar por votar a los más capaces, y no a los que nos prometen el futuro mejor que nunca llega.

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