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NOTAS DE OPINIÓN

Goodbye Alberto. Cristina cada vez más arrinconada desestabiliza al presidente

El gobierno corre detrás de los problemas transformándose en gerentes de la pobreza, al mismo tiempo que el hartazgo social prende todas las alarmas. 

Por Jorge Grispo. Abogado, especialista en Derecho Corporativo, autor de numerosos libros y publicaciones.

”Good bye Lenin” (2003), es una película alemana cuya trama principales describe la historia de una familia que vive en la República Democrática Alemana antes de la caída del muro de Berlín. Luego de pasar ocho meses en coma, la madre del protagonista despierta. En esos ocho meses los cambios son conmovedores: cae el muro de Berlín y se produce la reunificación de Alemania. Álex, el hijo, narra en tono de comedia el impacto de la caída del muro de Berlín (1989) en su familia y la consiguiente transformación de toda su vida. Traspolando la trama del film a la realidad argentina, luego de ocho meses de cuarentena en 2020 los argentinos volvimos a respirar aire puro pero ya nada era igual. Nos encontramos con un país transformado, más caótico tanto en lo económico, como en lo político y lo social. Curiosamente Good Bye Lenin es una de las películas que recomienda la vicepresidenta. 

A diferencia del resto del mundo, los argentinos sufrimos cinco pandemias: (i) Salud, con el vacunatorio vip incluido -que no debe ser olvidado-; (ii) La inseguridad no es una sensación, sino una triste realidad, transformándonos en un país “cooptado por el narcotráfico en un hecho de una gravedad sin parangón de la cuál poco se habla, mientras Rosario sigue amontonando muertos; (iii) La institucionalidad está en su peor momento, no se respeta la separación de poderes, se presentan proyectos que rozan la estupidez en un intento fútil por transformar la Corte en un monstruo de 25 tentáculos, al mismo tiempo que la investidura presidencial, garganta profunda y discursos de Cristina mediante, es horadada día a día; (iv) Economía. Estamos en un estado crítico que aún no explota gracias al precio de la soja; (v) La educación pública está por el “piso”, mientras Baradel sigue ampliando su influencia militante en escuelas que adoctrinan en lugar de educar a los niños. 

Mientras todo esto nos está pasando en una nueva y aburrida a aparición de Cristina, en modo Rockstar, se sube al ring para hablar de sus “temas”, que no son precisamente los problemas de la gente de a pie. Ahora le tocó el turno a las ya famosas “cajas sociales”, un curro Nac&Pop con el que muchos viven una vida de lujo al mismo tiempo que reparten miserias. No tiene sentido repasar los desgastados argumentos de una dirigente que está atravesando el patíbulo de su propio ocaso. Cristina cerca de cumplir siete décadas tiene la piel curtida y la experiencia para entender que cada día que pasa Alberto sentado en el sillón de Rivadavia, pierde un poco más de poder y de votos. Pero también sabe que correrlo ahora importaría una crisis institucional de tal magnitud que acabaría con ella en una peor situación. Se enfrenta al dilema del prisionero: muestra que dos personas pueden “no” cooperar incluso si ello va en contra del interés de ambas. Es la propia Cristina quien argumenta, en modo de crítica a la gestión del Presidente, que “su” gobierno está desarticulado, sin darse cuenta de que la causante es ella misma. 

La administración de lo “público” es una deuda pendiente que tiene la clase dirigente con la sociedad. Un problema irresuelto a consecuencia de malos dirigentes, más interesados en ganar la próxima elección que en gobernar para las generaciones futuras. En el estado actual del Frente de Todos, los ministros que conforman el gabinete de Alberto Fernández, un presidente que se ha caracterizado por no presidir las reuniones de “su” gabinete, los termina convirtiendo en gerentes del fracaso. Algunos hacen un buen trabajo, otros no. De unos pocos, incluso, podría decirse que serían buenos ministros si tuvieran la suerte de integrar un gobierno “normal”. El resto jamás sería contratados en el sector privado por inoperantes, cumpliendo una rutina diaria de mala praxis.

En esta situación, un presidente como Alberto Fernández, que no tiene ni el poder ni los votos, hace del “aguantar y esperar que pase el tiempo” su única política real de gobierno. Se evidencia impotente para ordenar a sus ministros, y a partir de allí, mejorar la gestión de los asuntos públicos. Que siga faltando gasoil, que la inflación “vuele”, que aterrice un avión “fantasma” en Ezeiza, que el narcotráfico se haya convertido en un problema sin solución, son algunos de los muchos ejemplos que podemos tomar del día a día. En palabras de la propia Cristina carecen de legitimidad de ejercicio. Todo lo que ha hecho Alberto como presidente fue acelerar hacia el fracaso, dejándolo políticamente erosionado y a Cristina en el peor momento de su carrera política, quien intenta, desesperada, sus últimos estertores. 

El mal humor social está más presente que nunca en la sociedad. Tanto que en el gobierno ya piensan en “clave” de mundial. Cuentan los días para que arranque Catar 2022 y que llegue el 22 de noviembre el debut de la selección nacional ante Arabia Saudita, para que se hable de otra cosa. Restan exactamente 149 días que desde la oficina del presidente calculan uno a uno. Con el riesgo país superando los 2000 puntos básicos y el dólar disparándose nuevamente se confirma que la gestión de Alberto Fernández es una máquina de coleccionar fracasos. La inflación es la consecuencia de la sumatoria de errores del gobierno con más el siempre creciente número de pobres que se amontonan de a millares por día. En suma hoy tenemos un peor país y con más pobres que el 10 de diciembre de 2019. Ya padecimos 2 años, 6 meses y 16 días del peor gobierno de la democracia argentina. Fueron 929 días donde por cierto la pandemia tuvo su parte, pero fue agravada en sus consecuencias por la pésima gestión de un presidente al que los propios tildan de mequetrefe y traidor. 

¿Cómo hará Alberto para gobernar los 532 días que le quedan? Es un misterio (o será un milagro). Un problema que debe enfrentar también Cristina Kirchner quien no eligió un presidente sino una persona para administrar “su” poder. El constante deterioro de la “administración de los Fernández” (Alberto con lapicera en mano y Cristina poniendo la tinta), deja atrapada a la vicepresidenta en una trama que confirma el fiasco en que se terminó convirtiendo lo que fue una exitosa “movida” electoral. Lo quiera o no, hoy Cristina está atada a la suerte de su entenado, que asumió el 10 de diciembre de 2019, el 11 de marzo de 2020 la OMS declaró la Pandemia Covid-19, todo lo que siguió lo conocemos. En favor del presidente solo tuvo 92 días para intentar dar sus primeros pasos. No llegó a cumplir los primeros cien días que apareció la tragedia, hoy convertida en la excusa perfecta de todos sus errores junto a Macri. Los primeros días de la pandemia Alberto -cual Zelig- nos tuvo a casi todos embelesados, mientras estábamos encerrados, en lo que luego nos enteraríamos, sería la cuarentena más larga del mundo, luego todo fue cuesta abajo. 

Alberto y Cristina, cada uno por su lado, festejaron la victoria de Petro en las elecciones presidenciales de Colombia. Cristina asume como propia cada victoria en las urnas de lo que podríamos denominar en clave vintage, la izquierda sudamericana. Pero ese primer festejo es en realidad una alerta roja que se debe entender en una clave moderna de análisis político, donde los partidos oficialistas perdieron las últimas nueve elecciones que se celebraron post pandemia. En efecto, en República Dominicana, Bolivia, Estados Unidos, Ecuador, Perú, Honduras, Chile, Costa Rica y Colombia, los gobiernos que eran oficialistas perdieron frente a la oposición de turno, y esto debe ser visto como una reacción de los ciudadanos contra a lo que fue el manejo de la pandemia y las posteriores consecuencias que tuvo en toda la región. El hartazgo social fue el partido ganador. Los oficialismos el perdedor. 

La conclusión de todo este análisis es que la mala gestión de los gobiernos se paga caro en las urnas. De la pandemia en adelante, los votantes juzgan sí la gestión del gobierno es buena o mala. Lo que paso en noviembre de 2021 en Argentina debe también ser analizado en esta misma clave, confirmada por la pérdida de 5,2 millones de votos. Los resultados de la gestión del desarticulado gobierno de Alberto y Cristina son desastrosos. Si tomamos los primeros cinco meses de 2022, Argentina tuvo una inflación acumulada del 29,3%, superando incluso a Venezuela que en el mismo período tuvo una inflación acumulada del 23,9%. Ni qué hablar de Paraguay (11,5%), Perú (3,5%) o Brasil (4,7%), solo por citar algunos casos.

¿Good bye Alberto? ¿Good bye Cristina? El tiempo, como siempre, nos develará el misterio.

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