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Cristina, con un discurso vacío, nos muestra su peor cara: Se vistió de Nerón y salió a tomar las calles

Su “Haka” tiene tres objetivos: mostrarse como víctima, culpar a Macri, y copar las calles.

Por Jorge Grispo. Abogado, especialista en Derecho Corporativo, autor de numerosos libros y publicaciones

El Discurso vacío”, obra maestra del célebre autor uruguayo Mario Levrero, trata sobre un escritor que inicia un cuaderno con ejercicios para mejorar su caligrafía en el convencimiento de que al mejorarla mejorará también su carácter. El discurso deviene inevitablemente en un balance sobre «el espíritu extraviado» de nuestro tiempo. Precisamente ese espíritu extraviado es el mismo que evidencia una Cristina dispuesta a todo. El poder político son sus “fierros” en la guerra que está librando contra el Poder Judicial. No va a dar tregua alguna: al enemigo ni justicia. Irresponsablemente prendió la mecha de la discordia social generando una precaria tensión en las calles. Imposible saber dónde terminará. Su tridente de ataque es tan simple como predecible: 1) Todos contra Macri, 2) Tomar la calle y 3) Victimizarse. 

CFK hizo de la marcha peronista su nuevo Haka (danza maorí de guerra que muestra la fuerza y la unidad de la tribu). Cristina en el Congreso arengó a la muchedumbre para que cantaran la marcha peronista en una actitud tan utilitarista como hipócrita, debemos recordar lo que dijo no hace mucho sobre el peronismo: “Que se suturen el orto. Aparte acá nunca le dimos bola al partido. Nunca” (SIC). Con la épica de la persecución judicial logró reunificar a su tropa que hasta hace muy pocos días era una coalición en retirada. Hábil política consiguió la forma de volver a ponerse en carrera. Es su victoria frente a la derrota judicial. Luego, se vistió de Nerón y salió al balcón para arengar a los suyos que tomaron por asalto la zona aledaña a su departamento de la calle Juncal, en una poblada que da soporte al relato victimizante, pero que al mismo tiempo prende la mecha del conflicto y la división social. 

El enfrentamiento entre la policía de la Ciudad de Bs. As. y los manifestantes, con heridos y detenidos incluidos, es responsabilidad exclusiva de la vicepresidenta, quien a sabiendas de que se estaba alterando el orden social, no hizo nada para dispersar a los suyos, todo lo contrario, agregó al relato el coro de la prisión domiciliaria. La violencia política con su peor cara. Son imágenes que no le sirven a nadie, mucho menos al gobierno que se muestra ante el mundo impotente una vez más para frenar el caos en las calles. Insisten en mostrarse como víctimas, cuando son los victimarios. Merecen el repudió más absoluto. 

El premeditado relato que la victimiza no está diseñado para limpiar su nombre. Le habla directamente a su feligresía. Puso el acelerador a fondo de la motosierra con la que pretende dividir a la sociedad. Tiene la suficiente experiencia política para saber que en el terreno judicial enfrenta nubes negras, por lo cual asegurar sus fueros es el camino a seguir, y para eso necesita que la sigan votando, mostrarse como víctima es su salvoconducto social. Sin una sentencia firme podrá presentarse como candidata a senadora por la Pcia. de Bs. As. y quedar a resguardo de cualquier condena que pudiera tener en su contra como mínimo hasta 2029, ya que por el artículo 53 de la CN, el mandato de los senadores dura seis años. 

Como me dijo un viejo amigo y avezado jurista: “Cristina no se está defendiendo, contraataca. Puso un montón de excremento sobre el ventilador y lo prendió a toda velocidad. Manchar a todos es su mejor negocio, y si estalla el caos en las calles mucho mejor”. Gárrula, saco de la galera el “no vienen por mí, vienen por Ustedes”, en un acto de irresponsabilidad institucional pocas veces visto, pero muy útil en la intención de reunificar su coalición, que estaba claramente en extinción, es una parte importante de su estrategia de supervivencia. Para la vicepresidenta -la oposición debería tomar nota y dejar la siesta para otro momento- el “retroceder nunca, rendirse jamás, es parte de su forma de ser. Va a redoblar la apuesta, hasta en eso es previsible, pero a la vez implacable y pragmática. Tanto que mientras todos miran los incidentes de la calle Juncal el feroz ajuste del gobierno avanza sin piedad. Veremos en muy poco tiempo si el come back de CFK fue exitoso o terminó peor de lo que comenzó. 

El alegato de los fiscales fue un camión a toda velocidad que en su entorno judicial no vieron venir. Se los llevó puestos. Pensaron que no iba a tener la trascendencia pública que tuvo, en particular la exposición locuaz del fiscal Luciani, ya que por lo general los alegatos “suelen” ser aburridos y no concitan el interés de la gente de a pie. En Cristina, toda su gestualidad evidenciaba que el pedido de condena fue un golpe duro, por más que lo esperaba, hecho realidad lo sintió y se notó tanto en su larga perorata por las redes, que tuvo una clara intención adoctrinadora (desde lo jurídico los argumentos se destacaron por su ausencia), como en sus ajetreados días posteriores donde se mostró más que de costumbre, con gorrito 2023 incluido, coronando su raid con el copamiento militante de las calles cercanas a su departamento en el barrio de Recoleta. Su objetivo no es una defensa jurídica, sino política, resaltando el relato de victimización, brinda mirando los incidentes por TV. 

Tuvimos la oportunidad de observar a una mujer nerviosa y enojada. Tanto que no dudó un solo instante en tirar a las “fieras” a su difunto esposo cuando habló sobre un presunto acuerdo entre Néstor y el titular del Grupo Clarín, en una clara señal de que si es capaz de manchar la memoria del “eternauta”, acorralada, no dudará en ir contra cualquiera que se interponga en su camino. El pedido de la Corte Suprema de reforzar la seguridad de los jueces y magistrados de la causa, no debe ser tomado a la ligera, todo lo contrario. En una nación desbordada por la grieta del odio, cualquier cosa puede pasar. Recordemos la sucesión de egipcios que en 2011 se prendían fuego frente al parlamento, en lo que terminó luego con la caída del gobierno y una sucesión de hechos desgraciados. La mayor irresponsabilidad de CFK es prender la mecha del odio social. Puede ser su “próximo error”. Y será imperdonable. 

Hablando de errores y discursos vacíos, debemos sumar aquí la grave expresión de Alberto Fernández: “Hasta acá, Nisman se suicidó, espero que no haga lo mismo el fiscal Luciani”, además del repudio más firme, nos vuelve a mostrar que el traje de presidente le queda grande. O no entiende la estupidez de lo que dijo, o si lo entiende el problema es peor aún, en lo que constituye tanto una absoluta falta de respeto a todos los argentinos y en particular a los deudos del fiscal asesinado, y una ofensa a la propia investidura presidencial. Tiró un “barril” de combustible a la llama de la grieta. Como dijo Hebe de Bonafini: “Hable lo menos posible porque cuando lo hace es una desilusión”. En el mismo escaparate de torpezas está el discurso vacío de Máximo del cual sólo diremos, en palabras de Borges: “no hables al menos que puedas mejorar el silencio”

Nos debemos como sociedad el respeto a las instituciones, cualquiera que tenga dudas sobre la acusación de la vicepresidenta puede tomarse el trabajo de escuchar y ver el alegato completo y sacar sus propias conclusiones. Todo eso conforma el conjunto de elementos sobre los cuales la justicia deberá decidir la suerte final de Cristina Kirchner. No son las pobladas o armar “quilombo” como en Recoleta, los caminos para resolver civilizadamente este tipo de situaciones. Lo importante es dirimir la responsabilidad de los imputados -entre ellos la vicepresidenta- por los hechos que fueron objeto de investigación en la etapa de instrucción y de juzgamiento en el tramo actual de la causa. 

A este contexto de gravedad institucional, motorizado por la Vicepresidenta de la Nación y los grupos que le dan sustento a la “poblada”, se suman los irresponsables dichos que aluden a ejercer violencia física sobre quienes tienen la responsabilidad constitucional de juzgar a la CFK. El polvorín gestado por el cristinismo resulta extremadamente grave y peligroso. Debe ser repudiado por todos. No es posible sostener lógicamente que las amenazas son la única defensa viable de una acusada por cargos de corrupción. Todos los habitantes de la nación somos iguales ante la ley. Cristina Kirchner, como cualquier otro ciudadano, no puede quedar exenta de la responsabilidad de sus actos. Que exista un juicio es positivo para la democracia. Demuestra que las instituciones pueden funcionar, aún bajo presión extrema. Nos debemos como sociedad poder juzgar civilizadamente a nuestros dirigentes, que los culpables sean condenados y los inocentes exonerados. Resta ahora esperar y desear que los enfrentamientos fogoneados desde el cristinismo no pasen a mayores. Vergüenza, preocupación y asombro, son las sensaciones que nos genera una dirigente dispuesta a todo, incluso a dividir aún más a nuestro pueblo, con tal de preservarse.

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