El Papa Francisco confirma que la Iglesia le ha soltado la mano a un gobierno incapaz de solucionar los problemas para los que fue votado.
Por Jorge Grispo. Abogado especialista en Derecho Corporativo, autor de numerosos libros y publicaciones.
La VII Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) celebrada el 24 de enero, en la que participaron más de tres decenas de dirigentes de América Latina, reunió un variopinto grupo de líderes de la región, con dos ausencias importantes y pocas presencias con peso específico propio. La ideología impulsada por el gobierno nacional nos recuerda la vieja disputa que tenía ocupado al Super Agente 86 entre KAOS y CONTROL. En efecto la recordada serie que protagonizara Don Adams, dando vida al agente secreto Maxwell Smart resulta, salvando las distancias, una excelente representación de Alberto Fernández. Las torpes ocurrencias que tenía al personaje son hoy tan hilarantes como las que ridiculizan al cada vez más devaluado presidente de la nación, cuya actuación desacertada pareciera no tener fin, pese a la cual se encuentra activamente trabajando en su aventura más osada, convirtiendo a la CELAC en el trampolín de la pelonpincho de su parodia reeleccionista.
Un dato para tener en cuenta y entender por qué avenida transita actualmente nuestra devaluada política internacional. La Cumbre del G-20 de Buenos Aires (2018) fue la 13ra. reunión del máximo nivel de representación del G20, correspondiente a los líderes de Estado; y la primera vez que se organizó en un país sudamericano. Participaron los principales líderes mundiales (entre los más destacados Angela Merkel, Justín Trudeau, Xi Jinping, Donald Trump, Emmanuel Macron, Guiseppe Conte, Enrique Peña Nieto, Vladimir Putín). En la Cumbre de la CELAC (2023) el elenco de asistentes fue muy distinto. Solo se destacaron las presencia de Lula y Lacalle Pou con las notorias ausencias del presidente López Obrador de México y de los autócratas Maduro y Noriega. Son imágenes muy distintas que terminan de conformar la foto de familia de un gobierno sintetizada a la perfección por el mandatario uruguayo: “Una asociación de países no puede aspirar a ser una cofradía ideológica”.
Alberto Fernández vendría a ser el Super Agente 86 Criollo, una mala parodia de Patoruzú, pero disfrazado de agente secreto que oficia como presidente de la nación, en una especie de reinterpretación donde ahora presta servicios pagos para las huestes de KAOS, la facción del Frente de Todos liderada por CFK. Es la lógica del mundo pero al revés, donde nosotros nos paramos en la vereda equivocada y con los chicos malos de la cuadra (Mauro, Noriega, Putin). Como sucedía con el Super Agente 86, las aventuras de Alberto transitan entre el deliro y la torpeza. La incompetencia de nuestro mandatario causa complicaciones de todo tipo y color. Hasta el zapatófono tuvo su momento de gloria cuando la propia CFK recordó públicamente que ella podía mostrar sus chats a cualquiera, dejando en claro que el presidente no. Todo se repite, de la parodia a la realidad sin escalas. La inflación auto percibida por todos los argentinos a la que refirió el presidente días pasados no es ni más ni menos que la exacerbación de la incapacidad para ocupar el sillón de Rivadavia. Algo que por cierto le hizo notar el Papa Francisco en muy duros términos (para el que sabe leer entre líneas las declaraciones que hizo ante la agencia AP) confirmando que la Iglesia le ha soltado la mano a un gobierno incapaz de solucionar los problemas para los que fue votado, haciendo aún más negro el panorama de cara a las elecciones de 2023.
La incompetencia siempre causa complicaciones. Y cuando el protagonista es el presidente de la nación esas complicaciones son, además peligrosas, enredado también por la agenda de su Jefa Política (CFK) quien no tiene otra causa en su vida que no sea atacar al Poder Judicial hasta someterlo, como lo comprobamos en la función de circo que comenzara el pasado 26 de enero. La guerra contra el Poder Judicial es la madre de todas las batallas para Cristina. Es su principal prioridad y la que ocupa mayoritariamente toda su agenda (la pública, y la privada). En este sentido el Poder Judicial termina siendo el “objetivo” común de dos personas distanciadas, que, por motivos diferentes, tanto para Cristina como para Alberto, les resulta conveniente sostener, ya que además confluye en una pelea por el poder mismo donde el primero que logre alguna victoria contra el poder judicial podrá imponer condiciones de cara al próximo turno electoral. De ilusiones también se vive, en la intimidad esperaran el premio consuelo que podría significarse en la caída del Juez Lorenzetti (¿con el apoyo de la Coalición Cívica?), frente a la férrea disputa con la oposición que no está dispuesta a acompañar la aventura colonizadora del Poder Judicial que intenta desesperadamente CFK como cura a todos sus males.
Para Alberto Fernández sostener sus sueños de reelección es como el respirador artificial para el convaleciente, con eso intenta llegar al próximo 10 de diciembre. En ese escenario la cruzada contra el Poder Judicial será, en su momento, la moneda de cambio, cuando los tiempos de la política le indiquen que deba pactar con la oposición. En cambio para Cristina su guerra santa contra la Justicia, es su cruzada personal. Ella realmente se siente víctima de un poder nefasto y superior. No se reconoce en los actos de corrupción por los cuales fue juzgada y condenada. Lo más grave es que está dispuesta a romper todo. CFK crea su realidad paralela. Dice que fue proscripta cuando no es verdad. Sabe, muy bien, que si se presenta y pierde por un margen más amplio que el diez por ciento tolerable, su poder político quedará definitivamente acabado. En cambio al auto proscribirse evita la contienda electoral, aleja el fantasma de la derrota y preserva su ya menguado poder político. Es una jugada lógica en su posición, pero que muestra su fragilidad actual, evidenciada brutalmente por el faltazo de Lula ante Cristina, alegando problemas de agenda (también aquí se debe leer entre líneas el real significado de la actitud del mandatario de Brasil al evitar una foto con alguien condenado por actos de corrupción).
Pero lo realmente peligroso entre las necesidades políticas de Alberto y las de Cristina, es la intromisión de ciertos personajes extremos que buscan directamente romper las instituciones. Cada vez se escuchan más y más fuerte los imprudentes que sostienen la necesidad de fracturar el orden institucional, desconocer -incluso anticipadamente- un resultado en las urnas que, según ellos, estará viciado de antemano, para imponer su propio orden revolucionario nacional y popular. Solo un resultado electoral contundente y por amplio margen nos podría alejar del KAOS institucional al que busca empujarnos el cristinismo. El desconocimiento del Poder Judicial como un poder del estado independiente (reafirmado por la ONU ante la desafortunada presentación que realizó Pietragalla en su carácter Secretario de Derechos Humanos), junto con la autoexclusión electoral de CFK, conforman un combo perfecto para justificar -como en su momento lo hizo Trump y luego Bolsonaro- el desconocimiento de una derrota en las urnas y la falta de legitimación de quien sea que resulte electo como nuevo presidente de los argentinos en las próximas elecciones.
Mientras todo esto nos pasa, el dólar y la inflación sigue su camino al cielo, el Frente de Todos se recalienta, ahora con una nuevas pelea digna de un cabaret, en esta oportunidad protagonizada por Wado y Victoria Tolosa Paz (¿ estrenando su candidatura a vice de Alberto?) y el destino de la nación sigue a la deriva. Los argentinos nos debatimos nuevamente entre el “Kaos” y el “Control”. Dependerá de los votantes caer en el principio de la decadencia para siempre o comenzar un camino que nos permita alejarnos definitivamente de este penoso presente que nos ha tocado vivir.